La era del inversor activista. Los aspectos ASG en el foco del diálogo entre empresa e inversores.
DIARIO RESPONSABLE
2019 ha empezado fuerte. El 25 de enero se produce una catástrofe de gran magnitud. La presa de Feijao, operada por la minera Vale en Brasil revienta arrastrando lodo y residuos mineros llevándose por delante todo lo que encuentra a su paso, incluyendo más de 300 personas de las que 166 han sido confirmadas como víctimas mortales. Las imágenes son estremecedoras, más propias de una película de terror que de un suceso real. Cuatro días más tarde, la energética americana PG&E solicita el concurso de acreedores, ante la bancarrota producida por su responsabilidad en el incendio Camp Fire, que ha asolado el Estado de California en noviembre de 2018, arrasando 62.000 hectáreas y causando la muerte a 86 personas.
A pesar de su crudeza, ambas historias no constituyen hechos aislados ni cisnes negros. Para VALE, se trata de la segunda rotura de una presa en los últimos tres años. En el caso de PG&E, la compañía estaba sobre aviso, tras los también devastadores incendios en California en 2017. Las dos compañías estaban en el punto de mira de las agencias de rating de sostenibilidad. Los shocks ASG, como denominamos a estos incidentes en el Clúster de Transparencia, Buen Gobierno e Integridad, son lamentablemente cada vez más frecuentes y severos y arrojan como resultado una tremenda destrucción de valor social, ambiental, ético y financiero. La primera pregunta que surge es la siguiente. ¿Cuál es el rol de los accionistas? ¿Deberían tomar cartas en el asunto?